Cuando dejas de comer animales

Cuando dejas de comer animales, el cuerpo y la vida misma comienzan un proceso de rehabilitación. Yo sentía que los sentidos se potenciaban y el del olfato en especial. 

Es un proceso muy doloroso, todo se derrite y comienzas a ver el matadero en el que estamos paradas. 

Al comienzo, participé en comidas en donde la gente pedía pollo, carne de res, cerdo o peces, sin prestar ninguna atención. Daba igual. Comenzó a sorprenderme la cantidad de cuerpos que quedaban en las mesas sin ningún pudor y sin ningún remordimiento de los humanos. Ver esos cuerpos que vivieron en la tortura permanente por ser considerados “de consumo”, acabar en el basurero, me parecía un pésimo chiste de la “racionalidad”.

Luego me sorprendió que cuando cocinas, es difícil sustituir perejil por ejemplo, o ajo o cebolla, pero los cuerpos de los animales es muy fácil: champiñones, zanahorias, jacka, soya, etc, etc. Sustituir los cuerpos de los animales es lo más fácil. Otra ironía. 

Finalmente, tomó la batuta mi nariz y eso me ha hecho alejarme de compartir comidas con gente que come cadáveres, porque huelen a eso. Es un olor ácido, rancio, pegajoso. También el olor de la gente que come queso o lácteos es tremendo. Es el olor de la desaparición. 

Pero sobre todo me preocupa el daño mental de la gente que a estas alturas no quiere darse cuenta, porque ya todo está dicho. Esa gente, luego, está preocupadísima por problemas ficticios, imaginarios, en los que su angustia o preocupación abstracta no cambiaría nada. Te hablan de problemáticas macro estructurales, tienen la solución para Putin y las guerras, siempre están con la “sustentabilidad”, con las energías “renovables”, son progresistas, anti-extractivitas y luchan por la libertad y la justicia, pero no se cuestionan lo que tienen en su plato. El veganismo es un esfuerzo real, en cambio a estas alturas, la palabra omnívoro para mí se traduce en ignorancia, lisa y llana ignorancia supremacista. 

Liliana Felipe, México, octubre 2022.